mardi 30 octobre 2018

La eterna búsqueda de Ana González. Entrevista acordada a El País 11-09-2018



EL PAIS. 11 septiembre 2018
45 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO DE PINOCHET

La eterna búsqueda de Ana González, La Pasionaria chilena

Activista inagotable y rebelde en la dictadura de Pinochet, a los 93 años no pierde la esperanza de saber del paradero de su esposo, dos de sus hijos y su nuera embarazada, desaparecidos en 1976
Rocío Montes
Santiago de Chile
                              Ana González, durante la entrevista, en su casa de Santiago de Chile. Sebastián Utreras


El portón de la casa de Ana González (Tocopilla, 1925), en un barrio popular del sur de Santiago de Chile, no se abre desde 1976. Entre el 29 y 30 de abril de ese año, agentes de la policía secreta de Augusto Pinochet capturaron a su esposo, a dos de sus seis hijos y a su nuera —embarazada de tres meses—, todos ellos militantes comunistas. Nunca se supo de sus destinos y son parte de los más de mil detenidos desaparecidos por el régimen militar (1973-1990). La clausura de la puerta de entrada es un símbolo de memoria: no se abrirá mientras no se sepa al menos lo que les ocurrió y el lugar en el que se encuentran sus restos. “Dicen que la esperanza nunca se pierde”, reflexiona González, de 93 años, impecables uñas largas y rojas, coleta bien ajustada, joyas mapuches y ropajes anchos. El horror le impulsó hacia una vida impensada: de un día para otro olvidó para siempre las labores del hogar y se arrojó a las calles a buscar. Hoy es —sigue siendo— una de las fundadoras de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) y una de sus integrantes de mayor simbolismo.

-¿La comparaban con La Pasionaria, Dolores Ibárruri?
-Me decían La Pasionaria chilena, pero también me decían mijita rica [muchacha guapa].

A González, pizpireta, le gusta hablar con palabrotas y lo hace con gracia. Durante la dictadura, su simpatía y arrojo descolocaba hasta a los policías. Alguna vez, detenida como lo estuvo decenas de veces por protestar, entre un grupo de 80 presos levantó la mano para pedir la palabra para quejarse, por ejemplo, de que los servicios del cuartel estaban demasiado sucios. Fue en la época de las primeras huelgas de hambres y de su viaje a Europa y Estados Unidos para denunciar ante la comunidad internacional lo que estaba ocurriendo en Chile, siempre con la imagen de sus familiares en el pecho. “Los míos”, dice González cada vez que se refiere a ellos.
Todos los suyos fueron capturados en el mismo barrio. Primero sus hijos y su nuera: Manuel Guillermo, Luis Emilio y su esposa Nalvia Rosa Mena, de 22, 29 y 20 años, respectivamente. La noche del 29 de abril de 1976 regresaban a la casa con el pequeño hijo de la pareja, Puntito, de dos años, cuando los capturó la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Nalvia, según los testigos, fue golpeada en el vientre con la culata de una metralleta a pesar de sus gritos y súplicas por estar embarazada. Inconsciente, la introdujeron en uno de los coches en que se movían los agentes. El niño fue el único que regresó, algunas horas más tarde, tras ser abandonado en las cercanías de la casa. Hoy vive en Suecia.
-Lo que los hacía peligrosos era ser luchadores y querer que todos los otros luchadores del país pudieran tener una vida digna”, reflexiona Ana González, mientras mira sus retratos colgados en la pared.

-¿Piensa que su nieto o nieta llegó a nacer? Tendría 42 años…
-Sospecho que sí.

La mañana del 30 de abril fue el turno de su marido, Manuel Recabarren Rojas, de 50 años, que salió de su casa temprano para buscar a sus dos hijos y a su nuera. Fue detenido en la misma puerta, y algunos testigos dicen haberlo visto después en el centro de detención y torturas Villa Grimaldi. Allí se le perdió la pista para siempre. González toma algunas páginas del libro inédito que tiene terminado y lee en voz alta: “…dejo correr mi imaginación y veo claramente a Manuel sentado frente a mí, mirándome a los ojos, envolviéndome en su cálida ternura. Extiendo mis manos hacia su rostro, lo acaricio y, devolviéndole el mando de su ternura, le digo: ‘¡Cómo hemos envejecido, mi viejo!’. Pero vuelvo a la cruda realidad: estoy contemplando su fotografía en una pancarta. ¡Solo yo he envejecido!”.
Su oficina es su habitación, donde recibe a EL PAÍS acostada, sin ningún complejo, porque la edad y algunos problemas de salud la hacen pasar buena parte del tiempo en cama. Este martes 11, sin embargo, espera levantarse para participar de las actividades de conmemoración de los 45 años del golpe de Estado, que encuentra a Chile nuevamente revisando su pasado reciente. La casa es un museo de la izquierda chilena de los últimos 40 años. Cientos de objetos y fotografías tapizan las paredes y se asoman por todos los rincones: decenas de retratos de González con artistas como Sting; imágenes de Salvador Allende, Víctor Jara o Pablo Neruda; bordados con mensajes de protesta y pancartas de la Unidad Popular [la coalición de partidos con la que Allende ganó las elecciones de 1970]. También un curioso cartelito que dice “Corte de Apelaciones”, pegado en la puerta del servicio: un mensaje directo a la ineficacia de los tribunales en dictadura. “En Chile no se ha hecho Justicia”, dice.

-¿Le gusta el Chile de hoy?
-El país está como lo pensó Pinochet. Cuando dicen "le ganamos a Pinochet"... Pienso que no es verdad. No le ganamos. Seguimos divididos y los luchadores de antes se recogieron a sus casas. Para eso fue la dictadura: para silenciar al pueblo que había ganado su libertad. Pero confío en los jóvenes de hoy. Salen a las calles a protestar y eso significa que vamos bien.
Ana González es una leyenda, incluso entre esos jóvenes. Conocen su historia, la aplauden cuando llega a algún acto público y le piden selfies. Hace algunos años, en una visita a La Moneda, un joven carabinero de la guardia de Palacio se le acercó para hacerse una fotografía, un hecho inimaginable años atrás. En agosto se inauguró en el centro de Santiago un mural en su honor realizado por un grupo de jóvenes graffiteros. “Brindo por la vida hermosa, por ella me estoy jugando y por defender la vida, busco lo que estoy buscando”, se lee junto a su retrato. Hace un tiempo, las cartas que llegaban a su casa venían con unos mensajes escritos con bolígrafo: “Aguante compañera, aún tenemos utopía”; “Por siempre en la memoria del tiempo consciente”; “Firme junto al pueblo”. El mensajero anónimo era un joven cartero, que le hizo una confesión: “Espero alguna vez, Anita, traerle una buena noticia”.

jeudi 4 octobre 2018

RASSEMBLEMENT À PARIS EN SOUTIEN À RICARDO PALMA SALAMANCA LE 10 OCTOBRE 2018



RASSEMBLEMENT À PARIS EN SOUTIEN 
À RICARDO PALMA SALAMANCA


    Informations.

   Voir site DEFENSE ET ASILE (DEFENSA y ASILO)

                    https://defenseasile.wordpress.com




mardi 14 août 2018

Mediapart. La France doit protéger Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic


















MEDIAPART
La France doit protéger Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic
·         14 juil. 2018
Dans un tribune collective, Carmen Castillo, Olivier Duhamel, Louis Joinet, Alain Touraine et Costa-Gavras appellent la France à protéger, en leur reconnaissant le statut de réfugié politique, Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic. Ayant combattu le régime sanglant de Pinochet, ils sont aujourd'hui réclamés par le Chili en vertu de décisions administratives et judiciaires iniques qui sont un résidu de la dictature.
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La France est depuis 1973 une terre d’asile pour les opposants politiques au régime de Pinochet. Accueillis à bras ouverts par Valéry Giscard d’Estaing puis François Mitterrand, particulièrement sensibles au funeste sort réservé à ceux qui s’étaient engagés aux côtés du Président Salvador Allende et, plus largement, aux démocrates hostiles à la junte militaire, nombreux sont les Chiliens qui, sous leurs mandats, ont trouvé refuge en France, s’y sont installés, y ont fondé une famille et s’y sont construits un avenir.
Beaucoup sont immédiatement devenus français dans l’esprit et le cœur avant d’être officiellement naturalisés. C’est l’honneur de la France d’avoir protégé ces femmes et ces hommes dont les parcours de vie font aujourd’hui notre fierté à tous. Nous éprouvons de l’admiration pour tous ces jeunes adultes – pour ne pas dire ces enfants – qui ont eu l’extraordinaire courage de résister et de combattre la dictature féroce d’Augusto Pinochet au péril de leur vie et de leur liberté, faisant sacrifice de leur jeunesse, de leur vie familiale et de leurs études.
Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic sont de ceux-là. Comme tant d’autres combattants de la liberté, leur engagement politique contre la junte militaire est né de leur refus de l’oppression faite à leur peuple et des souffrances que ce régime leur a fait endurer. La torture du père, d’un frère ou d’une sœur, le viol d’une autre, l’exil d’un parent forcé par la crainte que le pire n’advienne, l’emprisonnement, le supplice, et même l’assassinat de proches, ont empli leur âme d’adolescents de la rage qui devait les affranchir de la peur. Animé par une telle colère, leur combat politique ne pouvait prendre fin avec l’amorce de la transition démocratique le 11 mars 1990.
En effet, si le général Pinochet n’était plus, officiellement, le Chef de l’État chilien à compter de cette date, le nouveau régime restait fondé sur un texte constitutionnel adopté en 1980 sous son autorité et qui lui confiait, en tant que Commandant en Chef des forces armées, un rôle central au sein d’un Conseil de sécurité nationale, lui permettant ainsi d’intervenir dans la vie politique du Chili et de maintenir son emprise sur toutes les institutions politiques, administratives, judiciaires et militaires du pays. Il suffit pour preuve de cette situation de se souvenir de l’opposition farouche de toutes les autorités politiques chiliennes à l’extradition de Pinochet en 1998, réclamé par la justice espagnole afin qu’il rende compte de nombreux crimes commis sous son mandat. Finalement, Augusto Pinochet, bénéficiant de la bienveillance coupable des autorités chiliennes, est mort paisiblement au Chili sans jamais avoir été condamné ni même simplement jugé.
A l’inverse, les résistants à son régime que furent Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic ont été pourchassés sans relâche pendant plus de 25 ans et jusqu’à aujourd’hui. 
Comment comprendre qu’un État prétendument démocratique puisse ainsi pendant aussi longtemps poursuivre une personne – Silvia Brzovic – dont le seul tort est d’avoir été une opposante de gauche au régime de Pinochet ? Comment comprendre qu’un État prétendument démocratique puisse chercher à obtenir l’exécution d’une condamnation rendue dans des conditions inacceptables et sur le fondement d’une législation anti-terroriste adoptée en 1984 par un régime dictatorial ? Comment d’ailleurs comprendre qu’une telle loi vivement critiquée par les ONG puisse y être encore en vigueur ?
Car c’est en effet en application de cette loi adoptée par la junte militaire pour lutter contre ses opposants politiques que Ricardo Palma Salamanca a été arrêté en 1992 puis condamné à la réclusion criminelle à perpétuité dans des conditions manifestement contraires au droit à un procès équitable et après des aveux extorqués sous la torture. Cette condamnation a été prononcée par un juge unique, Alberto Pfeiffer Richter, membre de l’UDI, le parti d’Augusto Pinochet fondé par Jaime Guzman, au motif notamment que Ricardo Palma Salamanca aurait participé à l’assassinat de ce même Jaime Guzman, dont le curriculum vitae sous le régime de Pinochet est comparable à celui de Philippe Henriot sous le régime de Vichy.
Membre fondateur, en 1970, du groupe paramilitaire d’extrême droite Patria y Libertad, dont les crimes ont ensanglanté le régime du Président Allende, idéologue de la junte militaire lié à la secte nazie Colonia Dignidad, auteur de la Constitution de 1980, Jaime Guzman était un acteur majeur de la dictature. Il faisait partie de son noyau fasciste. Comment alors un État prétendument démocratique peut-il dresser un mémorial à Santiago en souvenir et en l’honneur de ce sordide personnage, et continuer à pourchasser Ricardo Palma Salamanca ?
Quand les tortionnaires de la junte militaire ont vécu ou vivent encore paisiblement au Chili, les autorités politiques chiliennes persistent à poursuivre les femmes et les hommes qui, comme Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic, ont tout sacrifié pour combattre le régime sanglant de Pinochet et réclament simplement que justice soit rendue à tous ceux qui ont enduré les pires souffrances durant cette période. Il s’agit là d’un résidu de la dictature auquel la France ne peut participer.
Aucune autorité française ne peut accepter de collaborer à l’exécution de décisions administratives et judiciaires iniques, prises à la suite de tortures et de violations graves des droits de l’Homme, ni se compromettre en apportant son concours à la défense de la mémoire du fasciste Jaime Guzman. Au contraire, la France doit fermement et obstinément préserver ses principes en accueillant, comme l’y oblige sa Constitution et ses engagements internationaux, tout Homme persécuté en raison de son action pour la liberté.
La France doit donc protéger Ricardo Palma Salamanca et Silvia Brzovic en leur reconnaissant, ainsi qu’à leurs enfants, le statut de réfugié politique. C’est son honneur et c’est le droit.
Carmen Castillo
Olivier Duhamel
Louis Joinet
Alain Touraine
Costa-Gavras
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“Francia debe proteger a Ricardo Palma Salamanca y Silvia Brzovic

“Desde 1973, Francia es tierra de asilo para los opositores políticos al régimen de Pinochet. Recibidos con los brazos abiertos por Valéry Giscard d’Estaing y luego por François Mitterrand, ambos particularmente sensibles a la funesta suerte reservada a los que se habían comprometido junto al Presidente Salvador Allende y más ampliamente, a los demócratas hostiles a la junta militar, muchos fueron los chilenos que durante sus mandatos encontraron refugio en Francia, se establecieron, fundaron familia y se construyeron un futuro.
“Muchos se convirtieron inmediatamente en franceses de espíritu y corazón antes de naturalizarse oficialmente. Es un honor para Francia haber protegido a estos hombres y mujeres cuyos caminos de vida hoy nos enorgullecen a todos. Admiramos a todos esos jóvenes -por no decir a esos niños- que tuvieron el extraordinario coraje de resistir y luchar contra la feroz dictadura de Augusto Pinochet, arriesgando sus vidas y su libertad, sacrificando su juventud, su vida familiar y sus estudios.
“Ricardo Palma Salamanca y Silvia Brzovic son dos de ellos. Como tantos otros luchadores por la libertad, su compromiso político en contra de la junta militar nació del rechazo de la opresión a su pueblo y del sufrimiento que este régimen les ha causado. La tortura de un padre, de un hermano o de una hermana, la violación de otro, el exilio de un pariente forzado por el temor de que ocurriera lo peor, el encarcelamiento, la tortura e incluso el asesinato, llenaron sus almas de adolescentes con la rabia que los liberaría del miedo. Animados por tal ira, su lucha política no pudo terminar con el inicio de la transición democrática el 11 de marzo de 1990.
“Si bien el General Pinochet ya no era oficialmente el Jefe de Estado chileno a partir de esa fecha, el nuevo régimen permaneció basado en un texto constitucional adoptado en 1980 bajo su autoridad que le confió, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, un papel central en el Consejo de Seguridad Nacional, lo que le permitió intervenir en la vida política de Chile y mantener el control sobre todas las instituciones políticas, administrativas, judiciales y militares del país. Como prueba de esta situación, basta recordar la feroz oposición de todas las autoridades políticas chilenas a la extradición de Pinochet en 1998, exigida por los tribunales españoles para que rindiera cuentas por muchos de los crímenes cometidos bajo su mandato. Finalmente, Augusto Pinochet, beneficiado por la benevolencia culpable de las autoridades chilenas, murió tranquilamente en Chile sin haber sido condenado y ni siquiera juzgado.
“Por el contrario, los que se resistieron a su régimen, Ricardo Palma Salamanca y Silvia Brzovic, han sido perseguidos implacablemente durante más de 25 años y hasta la fecha de hoy.
¿Cómo es posible que un Estado supuestamente democrático haya requiera a una persona -Silvia Brzovic- durante tanto tiempo, cuyo único delito es haber sido una opositora de izquierda al régimen de Pinochet? ¿Cómo puede entenderse que un Estado supuestamente democrático pueda solicitar la ejecución de una sentencia dictada en condiciones inaceptables y sobre la base de la legislación antiterrorista adoptada en 1984 por un régimen dictatorial? Además, ¿cómo podemos entender que tal ley, que ha sido duramente criticada por las ONG, pueda seguir aún en vigor? Ricardo Palma Salamanca fue detenido en 1992 y condenado a cadena perpetua en condiciones claramente contrarias al derecho a un juicio justo y tras confesiones obtenidas bajo tortura, en aplicación de la ley adoptada por la junta militar para luchar contra sus opositores políticos. Esta sentencia fue pronunciada por un juez único, Alberto Pfeiffer Richter, miembro de la UDI, partido de Augusto Pinochet fundado por Jaime Guzmán, sobre la base, de que Ricardo Palma Salamanca participó en el asesinato del mismo Jaime Guzmán, cuyo curriculum vitae bajo el régimen de Pinochet es comparable al de Philippe Henriot (Colaborador Nazi) bajo el régimen de Vichy.
“Jaime Guzmán fue miembro fundador, en 1970, del grupo paramilitar de extrema derecha Patria y Libertad, cuyos crímenes ensangrentaron al régimen del Presidente Allende, ideólogo de la junta militar vinculada a la secta nazi Colonia Dignidad y autor de la Constitución de 1980. Jaime Guzmán fue actor protagonista de la dictadura. Hacía parte de su núcleo fascista ¿Cómo puede entonces un Estado supuestamente democrático erigir un monumento en Santiago en memoria y honor de este sórdido personaje, y seguir persiguiendo a Ricardo Palma Salamanca?
“Mientras los torturadores de la junta militar vivían o viven pacíficamente en Chile, las autoridades políticas chilenas persisten en perseguir a mujeres y hombres que, como Ricardo Palma Salamanca y Silvia Brzovic, sacrificaron todo por luchar contra el sangriento régimen de Pinochet y piden simplemente justicia para todos los que sufrieron durante este período. Se trata de un residuo de la dictadura en el cual Francia no puede participar. Ninguna autoridad francesa puede aceptar colaborar en la ejecución de decisiones administrativas y judiciales inicuas, adoptadas a partir de torturas y graves violaciones de los derechos humanos, ni comprometerse a aportar su contribución a la defensa de la memoria del fascista Jaime Guzmán.
“Por el contrario, Francia debe firmemente y obstinadamente preservar sus principios acogiendo, como le obliga su Constitución y sus compromisos internacionales, a todo hombre perseguido por su acción en pos de la libertad. Por lo tanto, Francia debe proteger a Ricardo Palma Salamanca y Silvia Brzovic concediéndoles a ellos y a sus hijos el estatuto de refugiados políticos. Es su honor y obligación”.
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PETITION A SIGNER

https://www.change.org/p/gouvernement-fran%C3%A7ais-soutenons-la-p%C3%A9tition-d-asile-politique-pour-ricardo-palma-salamanca-et-silvia-brzovic-en-france